Al borde de la alta cumbre recostados pernoctando,
el sol desmoronándose a la sombra de su llanto.
Algo asoma en medio del bosque anublado
y en los ojos de los búhos se advierte un temor extraño.

Es otra noche de desvelo lenitivo,
jugando la cordura entre la crápula y delirio.
Es el frío de tus ojos moribundos,
tu atuendo victoriano y el vahído nocturno.

Nuestro mundo se ha congelado en medio de cuatro muros
cubiertos con almohadillas, desgarradas por los surcos
de tu rasguño cuyo rumbo acaba donde
se hunde en el trágico curso neptúneo del Aqueronte.

Donde a modo de lujuria lluvia ubérrima
cae sobre tu figura de compostura eugenésica,
tuya es la gélida niebla en el lago
a media legua del abismo conforme vamos pecando.

Soñando ambos con recíproco martirio,
colgando de aquel árbol testigo de nuestro idilio.
Y siendo tendidos en un sarcófago estrecho
estando boca contra boca, estando pecho contra pecho.


Pero si el decreto de tu muerte adviene antes
prometo no sepultarte y dormitar con tu cadáver;
y si tu nave naufraga en el ígneo mar
juro que pacto con Caronte mi sangre y él te guiará.


Coro:
La noche temblaría si te mirara llegar
envuelta en rayo purpúreo de una luna otoñal.
Cubriendo tu piel, cara entidad inusual,
poniendo bajo tus pies el imperio terrenal.

Es el portal inmortal de tu mirada y mi voz
en donde aflora la sombra en honor de los dos.
Ardiendo la estela desde tu balcón:
la inspiración vespertina en tus ojos, amor…

Postrará cuerdas de cítara tu sonrisa fatídica
ondulando en un relámpago en la aureola apocalíptica.
Tu ideología es tan cabalística y fría
que a su lado la hedonística hecatombe sabe tibia.

Hay herejía y heteróclita perfidia,
una pletórica vela de lasciva nictofilia.
Cuánta cercanía lejos de lo predestinado,
cuán fina es nuestra armonía siendo dos desafinados.

Que van flotando en un navío a medio Atlántico
invocando a Rusalka para el triunvirato orgiástico.
O en aquel ático donde me embriago a ciegas
Valiéndome del néctar cristalino en tu entrepierna.

Nereida inmersa en el Estigia y su caudal,
tu silueta es una línea que separa el bien del mal;
tus garras en mi espalda bosquejando la ansiedad,
concédeme tu existencia, la muerte podrá esperar.

Coro:
La noche temblaría si te mirara llegar
envuelta en rayo purpúreo de una luna otoñal.
Cubriendo tu piel, cara entidad inusual,
poniendo bajo tus pies el imperio terrenal.

Es el portal inmortal de tu mirada y mi voz
en donde aflora la sombra en honor de los dos.
Ardiendo la estela desde tu balcón:
la inspiración vespertina en tus ojos, amor…

Neurastenia me contagias gravitando en la galaxia
que está tratando de copiar tu palidez facial,
la llama del erebo engendrada por Su Excelencia
inspirado en tu cabello imitando su refulgencia.

¡Oh centella en mi morada en luna próspera!,
tan cálida cuan lúgubre es esta nocturna atmósfera.
Una alcoba entre penumbra y fúnebre ópera
y tu lóbrega hermosura taciturna, bruja erógena.

Una insólita mente a la cual no basta
un cociente intelectual que dobla el sumado de tantas.
Finura blanca arrogante a cuántas eclipsa,
altiva y egotista nórdica, melancólica impía

mía… Tal cual anomalía evolutiva
que aún no sabe vislumbrar cuándo es sensible o sensitiva.
Mira, tu alma es ciega y la mía es sordomuda,
¿coordinamos la materia y nos comprendemos a oscuras?...

Interacción de dos células al azar,
si eso somos y emprendemos tenemos control mundial;
mas, tengo el vicio a la virtud y es por tu
prodigiosa anatomía de algebraica exactitud.

Sabes con certitud que mi obra más banal
viniendo de él sería su logro más glorioso personal.
Reserva la llovizna para su conformidad,
y ahora danza sobre mí, desafiemos al huracán…


Coro:
La noche temblaría si te mirara llegar
envuelta en rayo purpúreo de una luna otoñal.
Cubriendo tu piel, cara entidad inusual,
poniendo bajo tus pies el imperio terrenal.

Es el portal inmortal de tu mirada y mi voz
en donde aflora la sombra en honor de los dos.
Ardiendo la estela desde tu balcón:
la inspiración vespertina en tus ojos, amor…